viernes, 13 de enero de 2012

Una semana dura.

Mi madre y yo entramos en casa. Me había ido a buscar con el coche, cosa que si esto me lo dice alguien hace unos años atrás, no le creería. Le tenía pánico tomar el dominio de un vehículo. Y hace pocos meses consiguió coger el coche. El mismo coche con el que viajaba mi padre una y otra vez a su trabajo. El era el que siempre lo utilizaba. Este coche  lo pudo vivir mi padre casi dos años. No lo pudo disfrutar más.
Estaba agotada. Esa semana había empezado las clases de enero. El primer día se suponía que era un reencuentro entre profesores y compañeros, pero creo que es la primera vez, y no se por que razón, que ese día me parecía insignificante. Ha sido sentarme el lunes y vuelta a empezar, como si fuese un día como otro cualquiera, como si hubiese tenido clase el día anterior.
Tenía 6 exámenes globales, de los cuales me preparé 4 asignaturas, estudiando de seis a ocho horas diarias, estudiando todos los días, sin excepción. Obviamente todavía no se los notas pero espero aprobar al menos 3. Se podría decir que me lo he currado, y me encantaría ver los resultados de todos mis esfuerzos a ser posible la semana que viene.
Así que, sin más dilación, le pedí a mi madre que me despertara a las siete y cuarto de la siesta.
Me tumbe en la cama, con la manta tapándome la mayor parte de mi cuerpo y cerré los ojos. Morfeo me estaba mirando y ya me estaba tentando. En la sección de mi memoria, por no decir de mis sentimientos, abrí la puerta con una llave. Allí estaba él. Le había dejado todo este tiempo encerrado para evitar que me distrajera mientras intentaba retener palabras fechas y conceptos durante estas navidades. Ahí estaba,  en ese pequeño reconcito de mi memoria. Estaba guardado. No era capaz de olvidarle. No creo que nunca sea capaz.
El caso es que al estar encerrado todo el tiempo yo me abalancé sobre él y le di un beso. Y otro, y otro, y otro. Estaba esperando ese momento, aunque sea en mi imaginación. Es patético, lo sé.  Pero algún día todas esas proyecciones de mi mente se harán realidad. Sé que es una locura, pero no me importa. Pensaréis que es lo normal pensar que es una locura pero yo sé porque lo digo. Es una locura que va por encima de las parejas que ves en la calle, a las parejas estándar, teniendo en cuenta nuestras y múltiples condiciones de vida.
Y no solo en el contexto amoroso, si no en muchos más. No se cuando, ni donde,  ni porqué, y ni tan siquiera como. Sólo sé una cosa: Lo conseguiré.
Una vez que hubiera cogido ese empacho emocional tan poco prudente pero tan intenso, me entregué al deseo de Morfeo. Un último pensamiento : Él. Otro pensamiento: Fuera exámenes globales. Podía respirar, al menos por el momento.

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